martes, 8 de mayo de 2018

¿Por qué funcionan la psicoterapia y el coaching?


Hay mucha gente que se beneficia de los servicios de las llamadas genéricamente RELACIONES DE AYUDA y es indudable que los conocimientos técnicos y las habilidades del profesional (terapeuta, coacher) son importantes para que estas relaciones de ayuda favorezcan el progreso de la persona consultante hacia sus objetivos vitales o hacia su desarrollo psicológico.

Pero, según Carl Rogers (quien en los años 50 definió las relaciones de ayuda y desarrolló la psicoterapia centrada en el cliente), el éxito de estas relaciones no radica en aplicar conocimientos y habilidades técnicas, sino que reside en la actitud básica del profesional. Esta se da cuando el psicoterapeuta o el coacher:

Es COHERENTE y en su relación con el cliente se muestra auténtico y no se escuda tras una fachada falsa en caso de que tenga que manifestar sentimientos y actitudes que en ese momento surgen en él.

Muestra un respeto incondicional en todo momento por el cliente, aceptando  de manera cálida y positiva cualquier sentimiento que surja en el cliente en ese momento (temor, confusión, dolor, orgullo, enojo, odio, amor, coraje o pánico) y evitando la aceptación condicionada a cuando el cliente se comporta según ciertas normas o manifiesta solo sentimientos socialmente aceptables.

EMPATIZA y percibe “desde adentro” los sentimientos y significados personales que el cliente experimenta, tal como se le aparecen a este, siendo capaz de comunicarle esta comprensión sin hacer valoraciones sobre la misma.

El impacto benéfico que esta actitud ejerce sobre el cliente se detecta porque progresivamente este:

Al descubrir que alguien puede escucharlo y atenderlo cuando expresa sus sentimientos, se va tornando capaz de escucharse a sí mismo.

Al aprender a escucharse, comienza a aceptarse y al expresar sus aspectos antes ocultos, descubre que el terapeuta/coacher manifiesta un respeto positivo e incondicional hacia él y sus sentimientos, cualesquiera que sean, ayudándole a asumir la misma actitud hacia sí mismo.

Al  captar con más precisión sus propios contenidos, se juzga menos y se acepta más, abandonando progresivamente sus conductas defensivas y permitiéndose mostrarse más abiertamente.


El proceso así descrito facilita que el cliente incorpore una visión “de águila” sobre sí mismo. Se transforma en “aquel que se observa”, que contempla su propia experiencia y su propia conducta tal y como son. Eso le permite ejercer más poder de gestión y cambio sobre si mismo.