lunes, 12 de marzo de 2018

jubilación, política y motivación de refuerzo positivo

Entre mis amistades está aumentando el número de quienes se van jubilando, lógico que el tema salga en nuestras conversaciones. Para mí, que me quedan unos cinco para llegar ahí, resulta esperanzador oírles lo contentos que están, la de proyectos que tienen previstos, lo relajados que dicen sentirse (aunque no paran) y lo que les encanta poder disponer de su tiempo a su antojo.

Pero también me resulta extraño, ¿qué mosca les ha picado?, ¿qué les pasa?, ¿no se han jubilado? .

Por deformación profesional, la primera oleada de ideas que me viene a la mente cuando una persona se retira del mundo laboral es, más o menos: “Depresión leve debido a un sistema de vida que se desmonta”... “Debido a que la profesión ocupa un rango identitario de personalidad, por la presión social neoliberalista, el jubilado se pregunta qué hacer con su vida cuando ya no es un trabajador”... “Al desaparecer en la jubilación este aspecto de identidad profesional, queda un vacío que, si se asocia con la imperante valoración negativa de la vejez, puede llevar a estados de tristeza y depresivos”… Y así.

Si en mis amistades estoy viendo lo contrario a lo que creo que suele pasar, algo no cuadra. Claro que estas amistades han llevado una vida profesional más bien activa y una vida personal de la que se han ocupado tanto en los buenos como en los malos momentos. Siempre han valorado la amistad y las relaciones personales. Y cuando han tenido que realizar trabajos no deseados, han sabido afrontarlos y llevarlos con dignidad buscando la perspectiva útil para continuar adelante.

Ante mi curiosidad por su alegría, extraña desde mi punto de vista, recibí varias respuestas contundentes y clarificadoras como estas: “Me retiro del mundo laboral y de las obligaciones que comporta (horarios, rendimiento, jefes poco empáticos…), pero no de vivir ni de hacer actividades”… “Soy jubilado, de júbilo; comienzo un jubileo para disfrutar la vida que me queda, no un retiro que me estigmatiza como inútil”… “Sé muy bien qué hacer con todo el tiempo libre del que dispongo”... “Tengo proyectos y voy a disfrutarlos, precisamente, por la jubilación”…

La respuesta que mejor me describió la jubilación desde un punto de vista psicológico (por eso la transcribo con más detalle) me la dijo una psicopedagoga: “He cambiado de refuerzo motivador, he pasado de trabajar centrada en conseguir el dinero que necesitaba para cubrir las necesidades básicas y evitar situaciones no deseadas generadoras de estrés (no poder comprar comida, o pagar matrículas, o la hipoteca o el alquiler…), lo que llamamos refuerzo motivador negativo, a hacer actividades por placer para traer a mi vida cosas que me llenan (estar más tiempo con mis amigos y familia, viajar, hacer cosas pendientes: estudiar, deporte, artesanías, asesorar profesionalmente…) o sea, movilizo mi vida con refuerzos motivadores positivos, carentes de distrés (estrés negativo). ¡No sabes el peso que me he quitado de encima! Y lo puedo hacer porque recibo una pensión que, más o menos, me cubre los gastos y dispongo del tiempo que antes empleaba trabajando”.

Llegado a este punto yo ya estaba dándole vueltas a una nueva oleada de ideas, relacionando jubilación con psicología, sociología y política.

Estamos asistiendo a unas actuaciones políticas destinadas desmantelar el sistema de pensiones, a hacerlas insuficientes. Eso contribuirá a que los jubilados se estanquen en un estado de precariedad permanente para cubrir sus necesidades básicas”, “no sólo eso sino que, además, hay muchos impedimentos y amenazas para realizar actividades económicas una vez se recibe una pensión por jubilación, el cobro de derechos de autor, sin ir más lejos”, “estas políticas van a mantener a las personas jubiladas en un estado de estrés continuado ya que van a estar permanente preocupadas por llegar a fin de mes, o sea, inmersos en la situación de motivación negativa frecuente anterior a la jubilación”, “si a esto añadimos los impedimentos legales para conseguir ingresos además de la pensión, este tipo de decisiones políticas coloca al colectivo de jubilados en una frustrante situación de impotencia e indefensión que puede llevarlos a estados de ánimo tristes y depresivos”..., y seguí.

Todo lo que llegué a pensar lo sintetizo razonando que el tipo de políticas que se apliquen sobre el sistema de pensiones puede transformar este periodo de la vida en un verdadero infierno.

Vamos, que la precarización de las pensiones es un mecanismo de control social para mantener a los ciudadanos jubilados centrados en su supervivencia, en dar cobertura a sus necesidades básicas, sin poder hacer nada más, sin una calidad de vida a la que tienen derecho.

Lo contrario, es decir, las pensiones con suficiencia económica adecuada (artículo 50 de la Constitución) y lo que conllevan de vida digna, hace que la persona jubilada tenga tiempo y motivación para mirar más allá. Además de disfrutar, puede echar una ojeada a la sociedad en su conjunto y, puesto que tiene tiempo, puede pensar, escuchar opiniones, contrastarlas, compartir las suyas e involucrarse en participar activamente en la mejora del mundo en que vivimos. Eso convierte a la persona jubilada en un ciudadano peligroso para el sistema político-económico neoliberalista.

Por eso es imprescindible y absolutamente necesario el coraje y la motivación para participar en las manifestaciones que este mes de marzo de 2018 se están haciendo en la línea de reivindicar pensiones dignas, que permitan tener un bienestar ganado con muchos años de esfuerzo laboral que, por otro lado, ha repercutido en el desarrollo de la sociedad (el valor añadido, que se llama). 
No somos psicológicamente completos sin interacción social y por eso, debemos contribuir a construir un entorno social solidario y respetuoso. Eso implica el cambio político.