La muerte aparece como posibilidad factible, “comienza a ser la nuestra” como dice Benedetti.
Este momento es, para algunas personas, en el que aparece
la necesidad de saber cómo está siendo la propia vida y esta necesidad se
transforma en interrogantes: ¿Está bien mi
vida tal y como está?, ¿he hecho lo que deseaba?, ¿qué he conseguido?, ¿cómo están cambiando mis
relaciones con mis seres queridos?, ¿tengo cosas pendientes y las podré hacer?, ¿qué
más puedo hacer a partir de ahora?, ¿puedo iniciar proyectos a mi edad?, ¿puedo iniciar nuevas relaciones a estas
alturas?, ¿qué puedo esperar de la vida?
Más aún en nuestra cultura occidental que por un lado
niega la vejez, inundándonos de productos y fórmulas anti-envejecimiento, y por
otro la denosta asociándola a enfermedad física o cognitiva, falta de fuerza,
desmotivación y otras descalificaciones (lo que se viene a llamar Edadismo),
por oposición a la juventud que asocia a alegría, vitalidad, salud, emprendimiento y
disfrute.
De ellas surge a veces una respuesta clara, o a veces queda una
sensación ambigua (no se sabe bien si lo que se ha vivido ha servido para algo)
y a veces sólo salen respuestas estereotipadas que nos llevan al consuelo
conformista (“qué más quieres…”, “a tus años…”, “qué puedes esperar…”).
Sin embargo,
si encaramos nuestra historia de vida con ganas de exprimirle hasta la última
gota, podemos asombrarnos de todo lo que
nuestra vida nos ha dado que hoy poseemos, y de las posibilidades que se nos
pueden abrir para el futuro.
Hay quienes dicen que no existe la crisis de la mediana
edad, hay quienes afirman que los estudios sociológicos apuntan a que un 10% de la población pasa por ella.
En cualquier
caso, si al llegar ese momento nos empezamos a cuestionar nuestra existencia, o
sentimos la necesidad de actualizarnos y salir de una visión caduca de nuestra
vida, o sentimos ansiedad cada vez que se nos hace evidente el paso del tiempo,
no cabe duda de que estamos en una crisis existencial que está sucediendo en
ese momento preciso y que hemos de aprovechar.